jueves, octubre 27, 2005

Manuela sabe que las hormigas no crecen en los árboles, pero aún así... las busca entre las ramas de la higuera más vieja del jardín. El abuelo, Don Nicolás García de Bramante, le contaba que en los días de niebla miles de hormigas negras se descolgaban de los brotes de la higuera; que nosotros no las podíamos ver porque se quedan muy quietas, esperando cualquier distracción nuestra, para desprenderse de su madre-árbol. Después corrían por el suelo buscando nuevas casas, disimulando ser hormigas normales y no éstas de tan extraños nacimientos.

Manuela había decidido acallar los rumores que no creían en las historias del abuelo y por eso, los días de niebla cerrada, se despertaba temprano y, envuelta en un manta, recostaba la espalda contra el arrugado tronco de la higuera. Miraba hacia arriba, con los ojos entrecerrados, enfocando los brotes y sus proximidades. Buscaba sin descanso una diminuta patita negra en movimiento, una cabecita desperezándose, un susurro hormigueante de buenos días.

Su mamá la encontraba siempre dormida, murmurando incomprensibles vocablos al cielo. La recogía entre sus brazos y, con delicada ternura de madre que comprende los sueños infantiles, la dejaba sobre su cama materna aún llena de cálidas corporezas. Manuela abría los ojos con el entornar de la puerta, y miraba triste hacia la higuera más vieja del jardín. De nuevo, las hormigas negras, nacientes de árboles, la habían burlado. De nuevo el secreto permanecía oculto entre ramas y brotes, entre nieblas y susurros. De nuevo las historias de su abuelo, Don Nicolás García de Bramante, se convertían en pasado.

miércoles, octubre 26, 2005

De mi ventana...

Desde mi ventana veo cañaverales surcados por gaviotas, tierras lejanas que huelen a rocío y que del rocío se apasionan; veo una torre alta de lejanías blancas, rodeada de libélulas azules, que con sus pequeños motores planean sobre el infinito de otro gran azul. Al otro lado de los cristales un pájaro distante canta no sé que cosas y el viento susurra secretos e historias; compiten, ambos, ante la perfección del silencio total. La ciudad se esconde y el río juega a querer ser mar antes de tiempo, y yo imagino sueños futuros desde el parapeto de mi barco anclado. El tiempo, inmemorable, descansa en el hueco de mi mano y de la vida conservo los instantes que nunca fueron. Desde mi ventana el mundo no tiene limites.

martes, octubre 25, 2005

María del Eco anda con pies de plomo cuando lo que quiere es correr con alas de ángel. Y el tiempo que es sólo nuestro y que, a veces, sucede tan sólo en un instante, le susurra urgencias sin saber que todo su amor es eterno.

lunes, octubre 24, 2005

Nacer...

El grito de un "subsahariano"

Hoy aparecía esta carta en el país y me ha parecido muy importante traerla hasta aquí, porque a los españoles se nos olvida nuestros años de emigrantes, de luchas y sufrimientos en otras tierras, de brazos abiertos que nos acogieron cuando más lo necesitábamos, se nos olvida... menos mal que aún hay gente que nos lo recuerda.


"Soy, como denominan los medios de comunicación, un "subsahariano". Un "subsahariano" indignado por el comportamiento de algunas personas europeas.

Hace dos años y medio vine a Barcelona, gracias a una invitación para pasar aquí mis vacaciones ofrecida por una española que había conocido en mi país, Burkina Faso. Habíamos vivido momentos excelentes y entrañables allí, pero cortos, y de vuelta, ella me invitó. Es así como vine, para pasar unas bonitas vacaciones, con maravillosas personas que conocí aquí. Después de tres meses, volví a mi país.

Pero la española y el "subsahariano" se habían enamorado, así que decidieron vivir juntos, no importaba el lugar. Por la profesión de mi futura mujer, nos pareció más oportuno quedarnos aquí, por lo menos de momento, con lo que iniciamos un surrealista camino en busca de los papeles que me "definiesen" como "legal". Finalmente, después de ver que conseguir papeles a través de un trabajo era casi una utopía, decidimos casarnos. Hoy hace dos años que vivo en Barcelona, y soy padre de una niña de un año.

Con los acontecimientos de Ceuta y Melilla he visto cómo Europa se desenmascaraba, he vivido la ignorancia de las personas. He descubierto la insolidaridad humana y la falta de educación. En el metro, en el bus, en el tren, siempre hay esa mirada acusadora que pregunta qué haces tú aquí. Te miran y te juzgan de la peor de las maneras. Muchas veces, la gente te rehúye, sujetan sus bolsos, se sienten inseguros por tu presencia. Te acusan sin darte opción a expresarte.

Incluso un colega de trabajo, de unos 50 años, me preguntó el otro día que cuándo había pasado la valla de Melilla para llegar hasta aquí. Callé. Hubiera sidomejor contestar al momento, lo sé, pero la educación africana nos impide faltar el respeto a una persona mayor.

He constatado, además, que la discriminación no es de orden racial, sino que se trata de racismo económico. Recibo un buen trato cuando me confunden con americano o británico. Incluso, aunque parezca broma, cuando llevo el bolso cruzado, como si fuera un turista. Es triste, pero es así. No sé cómo son las cosas en el resto de España, pero aquí, en Barcelona, eres más respetado cuando entras en los cafés y te diriges en inglés o francés, puesto que cuando hablas en español desvelas que eres un "subsahariano". Desgraciadamente, es el complejo que sienten algunos lo que los convierte en irrespetuosos.

Una falta de respeto que se potencia en los medios de comunicación, que han tomado la palabra "subsahariano" como sinónimo de hambre, pobreza, enfermedad y falta de dignidad. Un término geográfico que busca definir personas como un grupo homogéneo que no tiene otros objetivos que "intentar saltar la valla".

Espero que esta carta dé respuestas a muchas personas incultas e ignorantes."

Moumouni Manacounou

domingo, octubre 23, 2005

Amigo de un instante...

Todos los domingos André y yo nos levantamos temprano y cogemos el metro y después el tranvía para llegar a Belém. El río aparece brillante, como un espejo de plata contento por recibir los primeros rayos del sol; y el mar se vislumbra a lo lejos, azul, intenso. Durante dos horas hacemos tai chi, o por lo menos lo intentamos. Mi pobre espalda, siempre con miles de problemas, a veces se resiente y no quiere trabajar, pero al cabo de unos minutos el dolor se transforma en sensación de quietud luminosa. El río parece que nos entra por la punta de los dedos y se anida en un huequito de nuestro interior; el sol de la mañana nos acaricia la cara y, por entre los ojos semiabiertos, seguimos viendo el mar a los lejos, azul, intenso.

Después de cada sesión él se acerca y nos volvemos niños, buscamos ramitas en el suelo, hojas, palos, un lápiz olvidado por un poeta distraído... todo sirve, para entretenerlo, para jugar con él, para sonreír sobre la hierba al ver su carita de vigía concentrado. Casi no se deja tocar, apenas conozco el tacto de su pelo, la calidez de sus orejas o el beso húmedo de su hocico, pero es así, libre y atento, como me gusta verlo cada domingo...

Y entonces podemos volver a casa contentos, con el alma llena de río, de risas e imágenes y, sobre todo, llena de ese mar tan azul y distante.

viernes, octubre 21, 2005

Hiru...

Un encuentro casual: los ojos verdes de la esquina se cruzan con los castaños tras el cristal de la cafetería, y así se teje el azar. Dulce Balmés se sonroja bajo la lluvia, los ojos que la miran no conocen el miedo. Apenas un instante de silencio total invade el momento, que aún siendo presente ya amenaza con nostálgicos pasados. Pero los ojos verdes se cierran en un segundo de espera... y la campanilla de la puerta tintinea como una mariposa nerviosa.

Bi...

En el metro, Fernando Matteoda respira el perfume de la mujer de cabellos revueltos que viaja junto a él. Unos turistas alemanes entran en el vagón y lo llenan de risas y sorpresas cuando éste se mueve y toma una curva. Aquel músico callejero toca el acordeón, esa canción francesa, de la que nunca recuerdo el título... y los pasajeros quieren como danzar en el compás sostenido del mínimo viaje de su cotidianidad.

Bat...

Eva Latiu camina sobre el pavimento mojado. Bajo su paraguas de cuadros verdes y amarillos se resguarda del mundo frío y otoñal que la envuelve. El cabello se le arremolina en la cara a cada paso de tacón alto, y sus caracoles parecen medusas a camara lenta, como si danzasen en un océano pluvial. Aún guarda junto a los labios, en una esquina de la boca, el sabor amargo de un café matutino, pero también las humedades elocuencias de un beso.

jueves, octubre 20, 2005

La ahogada del cielo

Tejida mariposa, vestidura
colgada de los árboles,
ahogada en el cielo, derivada
entre rachas y lluvias, sola, sola, compacta,
con ropa y cabellera hecha jirones
y centros corroídos por el aire. [...]

Pablo Neruda. Tercera residencia.
(pequeño libro encontrado en una feria junto al río y frente al monasterio de los Jerónimos, en una tarde de sol y sonrisa, de cálidos pasos y sueños de abrazos)

Palabras...

María del Eco siente que se le escapa el amor entre los dedos, como si fuera una duda constante y escurridiza, como si amar no bastase para ser amada. Pero se llena de paciencia y se vuelve mujer esperante de un ángel de zapatos alados que no vuelve, que navega constantemente sobre el límite de los tiempos y las horas. María del Eco se acurruca frente a los días y noches de lluvia constante, queriendo ver en las acuarelas de su ventana dibujos que no se acaban de dibujar. Y sonríe a pesar de todo, porque estar aquí, viva y enamorada, es al fin y al cabo el mejor de los sentimientos.

martes, octubre 18, 2005

Voces en el desierto

Me quiero unir hoy a la preocupación y a la lucha de muralla y gatopardo para aportar aunque solo sea un granito de arena, frente a la insensibilidad de aquellos poderosos que creen que los seres humanos somos objetos a los cuales manejar a su gusto. En las últimas semanas se han visto imágenes estremecedoras de inmigrantes detenidos en Melilla y abandonados en el desierto, sin nada, sin esperanza... Existe un grave problema y parece que nadie quiere solucionarlo, como si aquellos que con un simple dedo podrían destruir la miseria, se pasaran la pelota de un lado a otro de una valla inútil y denigrante, una frontera insensata que nos transforma a todos en corderos sin voz ni voto.

Pero debemos ser nosotros los vencedores de esta batalla, los que descubramos verdades y contemos historias que otros intentan acallar. No hay ninguna excusa para mantenernos de brazos cruzados cuando las personas sufren y mueren.

No nos tapemos los oídos, no apaguemos nuestros labios, extendamos un mundo de abrazos para aquellos que también son nuestros hermanos...

domingo, octubre 09, 2005

Inauguraciones...

Llueve. Por fin. Llueve. Las gotas golpean con furia los cristales de mi ventana y yo la abro de par en par porque, finalmente, llueve. Y el olor de la tierra mojada, que es más fuerte y poderoso que el asfalto citadino que la cubre, empapa mi cuarto de frescuras inesperadas; y mi cara se llena de lágrimas, lágrimas que no son mías sino del cielo, porque... ¿cómo podría yo llorar en este momento bonito de lluvia, olores y tierra, en el que comienza mi otoño deseado?

Los castañeros volvieron ayer a las calles, como si presintiesen este acuoso domingo de comienzos de mes y de tiempo, como si, sin un ápice de inmodestia, supieran que el olor del fuego crepitante de castañas es lo único que le falta a este otoño que principia.

El cielo plomizo descarga llanto, y a pesar de eso (o por eso precisamente) yo no puedo dejar de sonreír.

viernes, octubre 07, 2005

El juicio de las gallinas, 1ª sesión.

- ¿Cómo?
- Pincanpore, Martín Pincanpore.
- ¿Pero que tipo de nombre ridículo es ese?
- ¿Perdón, señoría?
- Bueno, no interesa... Aquí dice que viene usted de la isla de Gobium, ¿es eso verdad?
- Sí, señoría, es la primera vez que vengo al continente. Mi abuelo me contaba historias cuando era pequeño, decía que había edificios tan altos que le hacían cosquillas en la barriga a las nubes y que el suelo era duro y no olía a tierra mojada por la lluvia y que...
- ¡Silencio! ¡Orden en la sala! ¿Pero que descaro es éste, Señor Pimpampum?
- Pincanpore...
- ¿Perdón?
- Pincanpore, Señoría, Martín Pincanpore, así es como me llamo.
- Sí, sí... no interesa... Dígame, buen hombre, ¿de dónde sacó usted la inspiración?
- ¿La inspiración, señoría?
- ¡Sí!, ¡la inspiración para hacerle eso a las gallinas!
- Señoría, yo puedo explicarlo todo, y fíjese que es más sencillo de lo que a simple vista parece. Porque a veces las cosas son así, nosotros nos empeñamos en complicarlas, queremos hacerlas más difíciles de lo que ya son, pero es una tontería, ¿me entiende? porque al final en esta vida todo es sencillo. Como por ejemplo, en nuestra isla cuando alguien...
- ¡Pero hombre de Dios! ¡No se vaya usted por las ramas, que no tengo todo el día! Conteste a lo que se le pregunta: ¿DE DÓNDE SACÓ USTED LA INSPIRACIÓN PARA HACERLE ESO A LAS GALLINAS?
- De mi abuelo.
- ¿Cómo?
- De mi abuelo, el primer Pincanpore de la isla de Gobium. Sabe usted, él llegó hace muchas décadas del continente, justo en aquellos años en los que andaban construyendo los edificios esos tan altos que...
- ¡Burro!
- Señor Juez... no debería usted usar esos improperios en la sala de audiencia, que luego se les pega a los acusados y ellos ya tienen bastante con lo que tienen, ¡pobrecillos!
- ¡Ya está bien!! ¡Se aplaza la sesión! Y usted... Señor Pishpasplash... prepárese porque va a tener que responder por lo que hizo, ¡con la justicia no se juega!, ¿me ha oído?
- Pincanpore, Señoría, Martín Pincanpore...

jueves, octubre 06, 2005

La nostalgie...

Dice María del Eco que la nostalgia es como una noche sin luna. Afirma, mientras vuelve a cubrir su cuerpo desnudo, que vivir en el pasado no le hace bien al alma. Pero después se sonroja ante su propia mentira y confiesa que no seríamos nada sin lo que ya fuimos, y la nostalgia se convierte, entonces, en la compañera para el más largo de los viajes.

Acumular recuerdos, de todos los tipos, colores y tamaños, para el día en el que necesitemos vivir de ellos; eso es lo que debo hacer, piensa, mientras los ojos se le llenan de llorosas voluntades. El silencio demasiadamente prolongado del crepitador de historias aséptiza su piel, y las horas se adueñan de su tiempo.

Espera junto a la cama vacía un regreso, el regreso de alguien que quizás nunca llegó a estar aquí.

miércoles, octubre 05, 2005

El sol tibio del invierno...

Mientras en Belo Horizonte "las primeras aguas de octubre se llevan las palabras de septiembre", en estas tierras al otro lado del océano el sol impone su dominio; poderoso, consciente de sus rayos amarillentos de destiempo. Y yo quiero imaginar la lluvia que siente "el diminuto hombre con los bolsillos llenos de diccionarios", cierro los ojos y se agarra a la ciudad el olor húmedo de una invisible tierra mojada. De pronto tengo saudades... de los días tibios de invierno, de los colores cinéreos del cielo, de la lluvia que cae, loca y perdida, frente a mi ventana. La urgencia por sentir el frío de la calle me invade el pensamiento y, mientras otros aprovechan los últimos instantes del estío, yo estreno, en soledad, mi invierno particular.

Y el amor quiere pintar acuarelas en mi ventana, pero le falta la lluvia, la lluvia, la lluvia...

lunes, octubre 03, 2005

De mi ventana...

Cinco camisas iguales en la cuerda de ropa extendida. Sujetas por diez pinzas azules, separadas cada una por cincuenta centímetros de soledad. Un perro intenta alcanzar las mangas con saltos imposibles, y la silueta de los lujosos hoteles se dibuja tras los pobres caserones en ruinas.

sábado, octubre 01, 2005

La maternidad...

























Fernando Botero

Tú...

Algo debo hacer con este amor que traigo en el bolsillo, piensa María del Eco. Quizás debería sembrarlo por el mundo, para que otros sepan de mi dicha; tal vez no sea preciso, porque los amores son como caracolas de mar, guardan el sonido de olas pasadas. ¡Pero algo tengo que hacer con este amor!, para que no se me muera aún siendo niño.

Desde la playa desierta un barco se hace a la mar, regresa a casa o tal vez apenas parte de ella. María del Eco se pregunta si el crepitador de historias también viaja en él y la respuesta se la trae, de nuevo, el silencio. Cuando dos ángeles se tocan, el tiempo no tiene horas. La vida parece un círculo constante donde los contrarios hacen girar la palabra amor.

Algo, algo, algo debo hacer...