domingo, julio 31, 2005

(...)

Hoy he visto casas abandonadas, suspirando junto a ríos de hormigón.

viernes, julio 29, 2005

Un mar de dudas...

Si las nubes no tienen dueño y los árboles no entienden de lenguajes diferentes, si hay un mismo sol y una idéntica luna para nosotros todos y la tierra germina en cualquier parte...¿por qué los hombres hemos inventado la palabra odio?

martes, julio 26, 2005

"Dos gardenias para ti..."

- Um hombre que silba sentado en la piedra de la Rua Augusta, rodeado de perros blancos. Otro que fabrica pipas a medida. Una niña que le sonríe a todo el mundo, apesar de que no puede ver. Una mujer que canta ópera en el metro como si estuviera vestida de negro satén, ante una platea de silencios contenidos. Una muchacha de ojos verdes que lleva escrito el amor sobre los labios enrojecidos. Un músico de la calle, que apenas conoce una única canción: "Dos gardenias para ti..." Una paloma que acepta de las manos de los turistas el pan y el cariño. Un niño que quiere hacer volar una cometa azul entre los coches de la gran ciudad. Una anciana que camina todos los días los 15 exactos kms que la separan del mar. Una canción que resuena entre las olas. Una gaviota que grita sobre el viento. Un anciano que sueña con el otro lado del océano, donde su anciana caminante aún lo espera...

- ¿Son los personajes de una novela?
- No, son reales. Yo los he visto.

lunes, julio 25, 2005

Los que caminan conmigo...

No por haber tardado tanto en hablar de ella es menos compañera que los demás. Al contrario, recuerdo agua, inunda siempre mis pensamientos de un líquido tan precioso como vital: los sueños. Ella está conmigo casi desde el principio, compartiendo árboles y emociones, llenando Doravante Borboleta de palabras mágicas y cariños, dejando en mi pequeño rincón las huellas de una sabiduría que persigo en mi vuelo loco de borboleta aún niña.
Hoy, al despertar, he encontrado estas palabras de Han-Yu mezcladas con las suyas:

"(...)
el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra;
la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra.
Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre los hombres
a aquellos que son más sensibles,
y los hace resonar."

Y yo tengo una certeza... el cielo un día también la escogió a ella, a mi querida Agua, por ser la más sensible, por llevar dentro de ella el resonar aquático de las palabras perfectas.

domingo, julio 24, 2005

Apología de un encuentro

Hoy he vuelto a soñar con unos ojos verdes. Me observaban desde la oscuridad del deseo, y dejaban en mi alma la profunda fe de querer amar. Aquellos ojos verdes, serenos, me quisieron contar un secreto: que bajo la cadencia de la luna los destinos se encuentran, y las miradas se pierden, enredadas en la neblina del ayer.
Hoy he vuelto a creer en unos pasos de melancolía, al saber que las flores que te di, callan abandonadas en tu jardín. Silencio. Porque a veces los sueños juegan con nuestra ya marcada infelicidad. "Yo no quiero que las flores sepan, los tormentos que me da la vida..."
Hoy el día ha amanecido gris, porque he perdido todos los colores mientras dormía.


(palabras encontradas entre las páginas de un libro amarillento: "El hombre que se bebió todos los sueños", de Lindley Dubrovin.)

Ante otro "más de lo mismo" creí en lo distinto...

ME VA LA VIDA EN ELLO
(Luis Eduardo Aute)


Cierto que huí de los fastos
y los oropeles,
y que jamás puse en venta
ninguna quimera.
Siempre evité ser un súbdito
de los laureles
porque vivir
era un vértigo y no una carrera...

Pero, quiero que me digas, amor,
que no todo fue naufragar
por haber creído que amar
era el verbo más bello...
dimelo...
me va la vida en ello.

Cierto que no prescindí
de ningún laberinto
que amenazara
con un CALLEJÓN SIN SALIDA.
Ante otro "más de lo mismo"
creí en lo distinto
porque vivir
era búsqueda y no una guarida....

Pero, quiero que me digas, amor...

Cierto que cuando aprendí
que la vida iba en serio,
quise quemarla de prisa
jugando con fuego.
Y me abrasé defendiendo
mi propio criterio
porque vivir
era más que unas reglas en juego...

Pero, quiero que me digas, amor...

viernes, julio 22, 2005

Casulos...


El crepitador de palabras encontró al pájaro blanco en una noche de luna llena. Se miraron a los ojos. El hombre encendió una hoguera de letras y el pájaro comprendió todas las historias. Después, las entrelazó en sus alas blancas y las entregó al mundo. Sobre la arena fría de la noche, el crepitador de palabras lloraba.


jueves, julio 21, 2005

Perdido en las tinieblas del dolor...


Palomas y c�pula Posted by Picasa
Adán Juarez



- Podrías recoger algunas flores blancas.
- Las palomas no tienen dueño pero se encariñan rápido. Y después no quieren irse de las ciudades. No sé porque les gustan tanto las plazas; redondas, rectangulares, de barrios pobres o lujosos, con una estatua de un rey a caballo o bellos jardines. Yo pienso que quizás sea porque las plazas son como el mundo; siempre llenas de personas muy distintas unas de otras. Algunas van a leer el periódico, se sientan en un banco, miran alrededor un breve instante, y pronto se sumergen en la lectura de unas hojas impresas, que apenas cuentan las secuelas del mundo. Y cuando terminan se sienten redimidos, “Estoy al tanto de la actualidad mundial”, pero no vieron al niñito que jugaba con una pelota frente a ellos.
- Son tan bonitas, ¿No te recuerdan a las flores favoritas de mamá?, últimamente está mejor, apenas le duele la pierna, sólo cuando pasa demasiado tiempo de pie, entonces dice que siente como si la vida se le clavara en cada centímetro de piel.
- Otros llegan simplemente para observar la vida; el paso de las parejas con sus hijos, algunas personas que corren por la hierba, allí esta la vecina del quinto conversando con el repartidor del pan, ¿Consigues verla? No tienen nada para hacer, se pasan el día desocupados, y su único placer se reduce a sentarse en las plazas y observar a los demás. Porque...Dime, ¿Si no lo hicieran ellos, quién lo haría? ¿Quién? ¿Quién cuidaría de nosotros?
- A veces recuerdo cuando estábamos todos juntos en casa, antes de que Valentín… bueno… en aquellos días tú nos contabas sueños que no consigo olvidar, fantasías de cuando eras niño, y querías ser marinero. Parecían historias sin sentido, pero nos hacías sonreír, y creíamos a ciegas en aquellos mundos donde los sueños eran como helados de vainilla.
- ¡Shhhhhhh! Casi nadie se fija en las palomas, alguna mujer quizás más vieja que ellas les lleva un poco de pan, y disfruta con su compañía cuando se le arremolinan bajo el vestido, entonces le revuelven los cabellos con su vuelo loco. Vuelo, vuelo, vuelo de paloma tonta que sólo piensa en comer, y tiene miedo que otra venga a quitarle el pan que siempre fue suyo, ¡Shhhhhhh! ¡El pan y el cariño!
- El medico nos ha dicho que esto no tiene porque ser permanente, que te sientes un poco perdido por causa del accidente, sólo eso, que estas cosas suelen pasar muy a menudo, pero casi todo el mundo se recupera. Es muy simpático, siempre me regala caramelos de esos que llevan relleno dentro, con sabor a melocotón, y me acaricia la mejilla muy despacito, como si quisiera decirme algo. ¡Pobre doctor!, a veces está tan triste.
- Y de pronto aparecen algunas gaviotas que llegan del mar, gritando ¡Uy uy uy! hambrientas, las palomas las observan maravilladas; bello pájaro, de vuelo perfecto, plumas blancas y olor a salitre... No me lo han dicho pero yo sé que las envidian porque cada nuevo día ven el mar, ellas nunca salen de su plaza, ¡ESTÁN ENCERRADAS, ACORRALADAS, SIEMPRE ATRAPADAS!, apenas alzan el vuelo para dormir acurrucadas en los tejados.
- Antes era todo distinto…
- Antes todo era distinto; no había grandes ciudades ni plazas de piedra, la vida era mucho más verde, y soñaban colgadas de las ramas de los árboles. Eran palomas, sólo eso, no palomas de ciudad, simplemente seres distintos sobrevolando la línea que separa tierra y mar.
- Cuando nadie me ve lloro en una esquina del salón, intento ser la más fuerte de todos, pero es que a veces te echo mucho de menos, a ti… y también a Valentín, aunque mamá dice que él puede vernos, ahora es un ángel que cuida de nosotros.
- Adormecían en el cielo cerrando los ojos ante tanta inmensidad, e imaginaban ser ángeles grises adormecidos por el viento, elegantes, ágiles, tan libres...
- Mañana vendré de nuevo, no te preocupes por nosotros, estamos bien. Quizás podría traerte esos dulces con pedacitos de manzana que tanto te gustan, puedes compartirlos con aquel hombre que nos saludó al salir al jardín. Dile que son la especialidad de mamá, que los prepara cada domingo, como siempre, pero que se amontonan en la bandeja de plata de la abuela, porque todos esperamos que abras la puerta de la cocina, y vuelvas con tu sonrisa eterna.
- Las palomas no tienen dueño pero se encariñan rápido.
- Te quiero mucho, papá.

miércoles, julio 20, 2005

Te conozco

De niño te conocí
entre mis sueños queridos
por eso cuando te vi
reconocí mi destino.
Cuando pensaba que ya no iba ser
lo que soñaba de pronto vino.
Tanto que yo te busqué
y tanto que no te hallaba
que al cabo me acostumbré
a andar con tanto de nada.
Cuánto nos puede curar el amor
cuánto renace de tu mirada.

Te conozco
te conozco desde siempre
desde lejos
te conozco
te conozco como a un sueño
bueno y viejo
es por eso que te toco
y te conozco.
Te conozco.

El lago parece mar
el viento sirve de abrigo
todo se vuelve a inventar
si lo comparto contigo.
La única prisa es la del corazón
la única ofensa es tener testigos.

Te conozco
te conozco desde siempre
desde lejos
te conozco
te conozco como a un sueño
bueno y viejo
es por eso que te toco
y te conozco.
Te conozco.


Silvio Rodriguez



A veces encontramos personas en nuestro camino a las cuales reconocemos en apenas una mirada. Complementan nuestra forma de sentir, de querer, nuestras palabras inacabadas; porque los cariños (en cualquiera de sus luminosas manifestaciones) rondan todas nuestras esquinas. A veces la vida nos regala seres con "alma de passarinho", como diría Paulinho Assunção...

martes, julio 19, 2005

Tardes solariegas de Gobium...

Martín Pincanpore se despertó en una silla del jardín. La tarde era cálida, y el almuerzo había sido demasiado fuerte para imaginar cualquier otro esfuerzo físico que no fuera permanecer detenido en el tiempo mirando la nada. Una golondrina dormía en el tejado de la casa de Doña Deolinda, ¡Pobre mujer! Está tan vieja que estas tardes tórridas de Agosto solamente le traen dolores y huesos que crujen. Hoy tuvo que venir el médico, Don Vitsentzos Risos, un griego venido de Santorini en la década de los años cincuenta, que aseguraba traer el elixir de la juventud en su maleta vieja y gastada de cuero labrado, la única verdadera pertenencia que tenía. El tiempo, que siempre será el juez más riguroso, se encargó de desmentir tal rumor, y el propio Vitsentzos experimentó en las manos arrugadas, que ni siquiera él sería perdonado.
- A la vejez todos tenemos que llegar, lo importante es no haber perdido la ilusión.- Se consolaba encogiendo los hombros cuando le preguntaban por el famoso elixir.
Durante toda su vida continuaría creyendo que la salvación de los males de la humanidad estaba escondida en el fondo de una maleta.
Martin Pincanpore tenía un fuerte picor en la barriga.
- Debe ser por comer tanto. - Pensó en voz alta. Oí decir que a veces la piel tiene la asombrosa capacidad de estirarse hasta tal dimensión que podría abrigar a otro hombre de nuestro mismo tamaño.
La golondrina abrió un ojo, miró el disco amarillo que pairaba suspendido en el cielo y se acurrucó aún más en la esquina del tejado. Pincanpore se desabotonó la camisa y comenzó a acariciarse la barriga, con el cariño de un mujer que engravidó en el deseo de una noche cálida. Y ahí abajo estaba él, el nexo de todas las razas y personas, el punto medio del cuerpo, alrededor del cual gira y gira toda nuestra sangre, hirviendo, con la velocidad de un tren, que huye a través de campos de trigo y amapolas. El lugar exacto donde este mundo comenzó, un pequeño agujero que nos trajo a la vida en una mañana, puesta de sol, noche sin estrellas de un verano inusitadamente frío, invierno de neblina, o primavera de cien mil golondrinas; el Ombligo.
- ¡Y mira que es lindo, caramba! Le extasiaba pasar el dedo índice circundando el borde, el limite extremo, antes de caer en las profundidades de un secreto materno.
Las campanas de la iglesia anuncian la hora de la misa, se escuchan por toda la isla, no es muy grande, en los días sin nubes se puede ver los dos cabos desde la cima del monte Colirico; el cabo de la Esterlina y un poco mas al norte, el famoso cabo de la Cabeza cortada en el rincón, lugar peligroso por los fuertes vientos. ¡Es un bello paseo, sí señor! Primero se pasa por la fuente de los siete caminos, nombre hipotético con certeza, porque solo hay dos para escoger; subir y bajar. Después de algunos minutos nos encontramos con un piñal, dicen que plantado por Ulises cuando estaba buscando Ítaca, ¡En rumores que crean los ilusos y los locos! Después de atravesar el bosque entre altos pinos se llega hasta la cima del monte, donde una maravillosa perspectiva del cielo, tierra y mar nos espera. Pero esta tarde no tiene deseos de caminar, los pensamientos acuden lentos como caracoles en el desierto, pero no por eso menos certeros.
-¡Mi ombligo es el centro de mi cuerpo, así como yo soy el pilar de mi casa!.- Explota en un grito.
- ¡Martin! - Grita una mujer desde la ventana abierta.- ¿Estás bien? ¿Por qué andas gritando? ¿Y que haces ahí con la nariz en el ombligo? Si no te conociera diría que estás completamente loco. Mira a ver no pilles una insolación que luego empiezas a decir tonterías.
¡Ah sí! María de la Encarnación Roubiñol le conocía demasiado bien, ¡Claro!, cincuenta años casados dan para conocer a quien duerme cada noche en la misma cama, quitando aquellos dos meses en el continente por causa del juicio de las gallinas, pero bueno, eso es otra historia. Se conocieron aquí, la isla es pequeña y prácticamente todo el mundo que sus ciudadanos pueden imaginar. Ella tenía quince años, él quince y dos meses, y sabían que estaban destinados a estar eternamente uno junto al otro.
- ¡Otro remedio no queda! ¡Éramos los únicos niños!- piensa mientras continua pasando el dedo alrededor del ombligo, ya enrojecido de tanta caricia inesperada.
Las horas se estiran como chicles de fresa y Martin Pincanpore siente el cansancio de la caída de la tarde en los parpados. En el aire hay un aroma a conejo cocido con canela, algunas gaviotas lo atraviesan sobrevolando el jardín, silenciosas, perturbadoramente silenciosas.
-¡Señor Pincanpore! ¿Estoy viendo en su mirada una gota de melancolía?¿Finalmente no fueron de vacaciones al continente? ¡A veces es mejor cambiar de aires!- Saluda un hombre pequeño que, con pasos rápidos y una maleta de cuero labrado, se aproxima.
- No, Señor Risos, usted ya sabe que ni a mí ni a mi mujer nos gusta salir de nuestra vieja casita.
- Ni a mi mujer ni a mí.
- ¿Perdone?
- La forma correcta de hablar es: ni a mi mujer ni a mí. No se tome a mal la corrección, es por causa de la buena educación, ¡ya sabe!, no debemos creer que somos el ombligo del mundo.
Pincanpore siente un escalofrío y una brusca necesidad de contar a aquel hombre de grandes bigotes, venido de Santorini, los pensamientos que toda la tarde le habían embargado.
- ¿Doctor?
- ¿Sí?
- Creo que estoy enfermo.
- ¿Enfermo? Pues yo le encuentro de un optimo aspecto, Señor Pincanpore.
- No, no estoy hablando de una enfermedad física.- Contesta bajando la voz.
- ¿Entonces?
- Doctor, creo que sufro de ombiguismo.
- ¿Ombiguismo?
- Sí, tengo una…digamos…atracción enfermiza por mi ombligo, paso horas y horas mirándolo, acariciándolo, y recordando los días en que él era el inicio del conducto que me llevaba a mi madre. Llegué a la suprema convicción de que él es el centro de mi cuerpo, y por tanto el pilar de mi casa. A veces me quedo tan ensimismado mirándolo que no oigo, no pienso, no veo a nadie y…¡Peor todavía! ¡No tomo el desayuno!
- ¿No toma el desayuno? ¡Estamos entonces ante un caso de extrema gravedad! ¡Muy interesante, sí señor! Y esto…¿hace cuanto tiempo le sucede?
- No le sabría decir…pero en la escuela una vez el maestro me golpeó con la regla en la barriga por estar sumergiendo en el ombligo mi lápiz. Bien puede haber sido aquel día el comienzo de esta terrible enfermedad, ¿no, señor doctor?
- Aún es pronto para hablar de enfermedades, mi querido amigo, el mundo rápidamente inventa enfermedades que en el fondo no son mas que otros caminos. Llaman locos a aquellos que tienen diferente opiniones o visiones de estar en la vida, y los que se consideran normales caminan impunes por las sendas de las dudas y las mentiras.
- ¿Entonces piensa que pasar el tiempo mirando mi propio ombligo es solamente otra forma de estar en la vida?
- No le sabría decir con certeza, pero si tuviésemos en cuenta, por ejemplo, que esta isla es, por su situación geográfica y por los acontecimientos históricos que en ella tuvieron lugar, el centro del mundo, bien podríamos aceptar que el ombligo del señor sea, efectivamente, el punto situado estratégicamente en el medio exacto de su cuerpo, y como consecuencia, ¡podemos considerarlo el pilar y dueño absoluto de su casa!
Un breve silencio detenido acompaña la puesta del sol que se adivina mas allá del tejado, el cielo dibuja nubes de color naranja y conejos amarillos. Un mosquito ruidoso despierta a la golondrina obligándola a levantar el vuelo, diciendo adiós a una nueva tarde cálida de Agosto en la extraña isla de Gobium.
- ¿Doctor Risos?
- Diga, mi querido amigo.
- ¿Nuestra isla es el centro del mundo?
- ¡Claro! ¿No lo sabía?
- No, no sabía…
- Pues sí…

lunes, julio 18, 2005

De gigantes y sueños...

Esta es la historia de un hombre que creía.
Esta es la historia pequeña y olvidada de un hombre que creía soñar con un mundo de atardeceres naranjas. Cerraba los ojos y veía barcos de velas extendidas, que navegaban en las horas optimistas de un adiós. Creía en las palabras secretas que nombraban todos los sentimientos perdidos. Creía en el hombre, y en el niño, y en el viejo sabio que un día, felizmente, todos llegamos a ser.
Y de tanto creer a veces inventaba.
Inventaba susurros y voces, que besaban los sueños de una humanidad que no encontraba el camino. Inventaba nuevas revoluciones armadas de lluvia. Inventaba lenguajes insonoros, que de palabras atemporales llenaban el corazón. Corría desnudo por la playa dorada del amanecer, e inventaba sueños que sin saber lo soñaban. Haciéndolo ser.
Otras veces los sueños lo acunaban sobre las alas de un ángel.
Y el ángel sonreía ante los sueños disparatados del hombre: seres de manos dadas, guerras que no mataban, cárceles llenas de silencios, armas cargadas de perdón, odio, rencor, hambre, te mato, me matas; apenas palabras olvidadas, y un mundo lleno de pan y rosas…
Un día, el hombre de la historia perdida, de tanto creer, soñar e inventar se hizo gigante.

lunes, julio 11, 2005

Marcas en el Estrecho

La mujer extiende su mano arrugada en dirección a la luna llena. El cuerpo del hombre que hasta hace unos instantes fuera su marido, yace frío y sin vida sobre la madera húmeda de la patera. El pueblo ya les había dicho que eran demasiado viejos para aquella aventura; ellos, sin entenderlo del todo, respondieron que nunca se debe ser demasiado viejo para continuar soñando. La noche se extiende sobre el Estrecho, y la mujer sin marido mira la luna grande y amarilla que se refleja sobre las aguas oscuras.

En la aldea la vida era seca. En la aldea la palabra futuro no existía. En aquella aldea que ahora parece tan lejana, el pasado entierra recuerdos. Antes de partir, la mujer que aún no consigue llorar sujetaba entre sus viejas manos el collar de abalorios de un hijo perdido, contando los años que ya pasaron y los días que aún faltaban para volverlo a sentir.

Junto al lado más pobre y triste del Estrecho, los viajeros esperaban al barco que arrastra clandestino su barriga sobre las piedras, lento pero constante, sabiendo que un destino loco lo espera. En los ojos llenos de brillos de sus ocupantes el miedo reluce más bajo la noche fría. Apenas el silencio interrumpe el vaivén de las olas. Apenas el castañear de cientos de dientes interrumpe el miedo a no llegar (o a no volver).

En el lado menos pobre y triste del Estrecho ya saben que se acerca la barca con la barriga rota de tantas piedras y viajes, pero siempre llena de sueños. En el otro lado del Estrecho bajan los ojos con vergüenza, porque no saben como decirles a los que hicieron tan largo viaje que la vida seguirá siendo la misma.

La mujer con un amor muerto de frío entre los brazos piensa que la tierra no importa, y que no habrá Estrechos lo suficientemente anchos como para impedir el abrazo de un hijo o de un sueño. Colgada del cielo la luna observa la misma historia cada noche, y no entiende como los hombres perdieron el rumbo de esta forma. Por lo menos hoy no se escucha el llanto de un niño, piensa abriendo sus manos luminosas para que el camino entre las aguas sea menos oscuro.

Ya en tierra, la mujer se niega a soltar la mano del hombre que ya no podrá abrazar jamás a su hijo perdido…

miércoles, julio 06, 2005

Recordando...

Palabras para Julia


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable,
hija mía es mejor vivir con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido,
yo se muy bien que te dirán que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado,
entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Un hombre solo
una mujer
así tomados de uno en uno
son como polvo
no son nada,
pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otros hombres,
tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos,
entonces siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino,
nunca digas no puedo más y aquí me quedo,
la vida es bella
tú verás como a pesar de los pesares
tendrás amor
tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es será todo tu patrimonio,
perdóname no sé decirte nada más,
pero tú comprende que yo aún estoy en el camino,
y siempre siempre acuérdate de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.


José Agustín Goytisolo