viernes, octubre 21, 2005

Bi...

En el metro, Fernando Matteoda respira el perfume de la mujer de cabellos revueltos que viaja junto a él. Unos turistas alemanes entran en el vagón y lo llenan de risas y sorpresas cuando éste se mueve y toma una curva. Aquel músico callejero toca el acordeón, esa canción francesa, de la que nunca recuerdo el título... y los pasajeros quieren como danzar en el compás sostenido del mínimo viaje de su cotidianidad.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

la música del callejero danza para unos, inspiración para otros, ruido y quizas telón de una complicidad.

16:29  

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