Tres (des) cuentos para no tan niños.
Peluso abrió un ojo, luego el otro; cientos de ramas llenas de hojas y flores lo observaban. Se enderezó apoyando sus alas sobre lo que creía que era una alfombra blanca de dientes de león.
- ¡No te muevas tan rápido! - gritó la ardilla Yala, acercándose a él. - No le hagas cosquillas a la nube en la barriga, porque sino se empieza a reír y luego suelta risas relampagueantes y truenos en forma de carcajada.
- ¿Dónde estamos? - preguntó Peluso, ahora con los ojos bien abiertos, observando el maravilloso espectáculo que se extendía bajo su mirada. Los árboles colgaban danzarines de un cielo de tierra, las aves parecían volar sin hacerlo realmente y el mundo bajo sus pies se movía como si navegara en una barca. Todo estaba lleno de color; de todas las tonalidades (im)posibles de un verde mágico, de azules mariposas y blancos dientes de león que jugueteaban entre ellas.
- En Siap, en el país al revés - contestó Yala, cayendo de un gran salto sobre las ramas de un almendro. - ¡Ven conmigo!, yo te mostraré todo...
Peluso abrió las alas y quiso volar como siempre lo había hecho, las agitó con todas sus fuerzas como mamá le había enseñado en su primer vuelo, cerró los ojos y controló con el pico la dirección del viento. Saltó de la nube. Pero en Siap, en el país al revés, nada es como hemos aprendido, todo debe ser descubierto de nuevo y sus alas de vuelo no cortaron el viento, no planearon entre las nubes y las ramas de los árboles, apenas le ayudaron a agarrarse de nuevo a su alfombra blanca salvadora.
- ¡No puedo volar! - gritó, casi sollozando - ¡No sé volar!
Yala no pudo controlar una carcajada al ver su cara de pánico y con la pata le mostró una paloma que en aquel momento pasaba agitando sus alas bajo el extraño cielo de Siap. Peluso la observó de pico boquiabierto y después de algunos segundos puso en marcha su misma técnica. Yala aplaudía entusiasmada mientras el golondrino, emocionado por su nuevo descubrimiento, volaba vertiginoso entre las ramas del almendro. Al revés, como todo en Siap, dando la espalda a la tierra y batiendo alas contra el cielo.
- ¡Qué lindo es el cielo! Se parece tanto al de mi tierra... - pensó, silbando.
(cont.)
- ¡No te muevas tan rápido! - gritó la ardilla Yala, acercándose a él. - No le hagas cosquillas a la nube en la barriga, porque sino se empieza a reír y luego suelta risas relampagueantes y truenos en forma de carcajada.
- ¿Dónde estamos? - preguntó Peluso, ahora con los ojos bien abiertos, observando el maravilloso espectáculo que se extendía bajo su mirada. Los árboles colgaban danzarines de un cielo de tierra, las aves parecían volar sin hacerlo realmente y el mundo bajo sus pies se movía como si navegara en una barca. Todo estaba lleno de color; de todas las tonalidades (im)posibles de un verde mágico, de azules mariposas y blancos dientes de león que jugueteaban entre ellas.
- En Siap, en el país al revés - contestó Yala, cayendo de un gran salto sobre las ramas de un almendro. - ¡Ven conmigo!, yo te mostraré todo...
Peluso abrió las alas y quiso volar como siempre lo había hecho, las agitó con todas sus fuerzas como mamá le había enseñado en su primer vuelo, cerró los ojos y controló con el pico la dirección del viento. Saltó de la nube. Pero en Siap, en el país al revés, nada es como hemos aprendido, todo debe ser descubierto de nuevo y sus alas de vuelo no cortaron el viento, no planearon entre las nubes y las ramas de los árboles, apenas le ayudaron a agarrarse de nuevo a su alfombra blanca salvadora.
- ¡No puedo volar! - gritó, casi sollozando - ¡No sé volar!
Yala no pudo controlar una carcajada al ver su cara de pánico y con la pata le mostró una paloma que en aquel momento pasaba agitando sus alas bajo el extraño cielo de Siap. Peluso la observó de pico boquiabierto y después de algunos segundos puso en marcha su misma técnica. Yala aplaudía entusiasmada mientras el golondrino, emocionado por su nuevo descubrimiento, volaba vertiginoso entre las ramas del almendro. Al revés, como todo en Siap, dando la espalda a la tierra y batiendo alas contra el cielo.
- ¡Qué lindo es el cielo! Se parece tanto al de mi tierra... - pensó, silbando.
(cont.)
3 Comments:
(des)cuentos...un abrazo...grande para ti
Sí, por favor, continua... ¡Es precioso!
es estupendo, Borboleta.
Quedo esperando la continuación de los sobresaltos de Peluso... Menos mal que Yala le alecciona!
un besito
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