La calle fría que nos alcanza...
Tenía las uñas largas, sin tiempo apenas para cortarlas; el cabello enmarañado de cien días sin peine, recogido en la nuca con un pedazo de lana azul; los ojos sin rumbo, sin brillo, ajenos a la pérdida de su anterior status. Vivía en la calle, bajo un cartón nocturno de abrigar soledades, era un sin-nombre, sin-abrigo, sin-vida, sin-todo, sin-nada... Lo miraban al pasar, como quien mira un objeto inservible caído sobre la acera, tan inservible que no merece la pena agacharse para recogerlo. Lo observaban con asco, sintiéndose superiores y distantes de su sufrimiento, es un hombre de cartón, de calle, frío y olvido, pensaban. Sólo eso. Escuchaban su estertor de muerto viviente desde la altura de una vida acomodada, llena de nombres y abrigos, y se alejaban, volviendo al ruidoso caminar de la ciudad implacable, tan implacable como ellos.
El hombre de cartón se miraba las uñas por cortar y apartaba las madejas ásperas de su cabello descuidado para, después, sonreír ante la crueldad que ensaya el destino. Él también caminó junto a mendigos, él también desprecio vidas inservibles y volvió a su cuarto límpido e impoluto, para olvidar la calle en la calentura de una casa demasiado grande. Sonríe, porque la vida tiene oscuros designios y porque el dolor de las uñas sucias clavadas en la carne cansada apenas dilaceran su alma de ser inexistente.
El hombre de cartón se miraba las uñas por cortar y apartaba las madejas ásperas de su cabello descuidado para, después, sonreír ante la crueldad que ensaya el destino. Él también caminó junto a mendigos, él también desprecio vidas inservibles y volvió a su cuarto límpido e impoluto, para olvidar la calle en la calentura de una casa demasiado grande. Sonríe, porque la vida tiene oscuros designios y porque el dolor de las uñas sucias clavadas en la carne cansada apenas dilaceran su alma de ser inexistente.
4 Comments:
le conozco. Sí.
Yo también le conozco.
Siempre sonríe. Y su sonrisa me da muchas lecciones.
No debía ser y... todos conocemos a uno.
Besos!
A veces, cuando miro un "hombre de cartón" me pregunto qué le pasó, y me pregunto si algún día también seré de cartón, si mi vida dará un vuelco cómo el que dió la suya...
Veloz y precaria circunstancia la suya.
Aqui no se les llama hombres de cartón, se llaman desechables, como dices tú, se miran como algo inservible. Pero lo sé de primera mano, cuando te acercas a ellos, son seres elementales pero bellísimos, muy bellos, incluso capaces de dar su -desechable vida- por ti para protegerte.
Te he leido tres veces...eso dice todo
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