jueves, abril 21, 2005

Pequeños instantes...

Ayer asisti con la boca abierta y el río intentando inundarme los ojos, a las maniobras del viejo y amarillo tranvía, que en una vuelta lenta cambiaba de dirección. Todo manual, sin preocuparse por el tráfico acumulado y las miradas inquietas de los pasajeros bajo la marquesina, todo conservado del "antiguamente" (como diría Ondjaki). Casi podría parecer que el río, que tantas veces vio la misma escena, se acercaba mojándo de barcos la ciudad, curioso ante el trastabillar cansado del viejo y amarillo tranvía. Las personas se arremolinaban como palomas o ángeles grises mientras el conductor, paciente y con una sonrisa en los labios, bajaba y subía, aceleraba y paraba, avanzaba y retrocedía, parecía que llegaba y nunca se iba...

Hoy en cambio, el cartero ha llamado a mi puerta. Como no tenemos portero automático siempre tengo que abrir la ventana y tentar descubrir, por la forma y color de los cabellos, de quien se trata. Las cartas atadas entre sus manos no dejan lugar a dudas sobre su identidad. Le observo un poquito desde aquí arriba antes de correr para apretar el botón blanco que le deje entrar. No se inquieta. Está acostumbrado a esperar. Quizás de repente, ante la demora, mire hacia el cielo y me descubra, observándole, imaginando el contenido de tantas cartas, el sentido de su vida... Pero el timbre suena de nuevo y yo, contenta, corro a abrirle. El edificio es antiguo y las puertas están llenas de rendijas, el sonido no llama, no pide permiso para entrar y desde la entrada escucho: "carterooooooooooooooooooo"

La tarde principia, el trabajo acaba y, mientras yo permanezco sentada frente a esta pantalla, la vida trascurre allá afuera: los grititos de un bebé, un teléfono que toca en el edificio de enfrente, la televisión encendida del bar, los niños que juegan esquivando a los coches que pasan... la vida de mi calle, mis pequeños instantes...Y que rica me siento por tener tranvías viejos y amarillos, por tener un río que los mira y por poder ver todos los días el cabello oscuro y encaracolado de mi cartero...