sábado, marzo 26, 2005

En la isla de Gobium...

Martín Pincanpore no entendía las mareas. Se empeñaban en robar la arena de la orilla y volverla a colocar en el mismo y exacto lugar del que se la llevaban. No entendía el innecesário absurdo de cargar con los revoltosos granos dorados sobre la cresta blanca de la ola.
- Quizás es su forma de divertirse.- decía el Dr. Risos. - a mí, a veces, también me gustaría ser una pequeña partícula de arena y navegar por la bahía.
- Usted puede hacerlo, Lume alquila barcas en el pueblo. Ya tiene una flota de seis barcas de madera pintadas de colores diferentes. ¡Ah! y los remos son acabaditos de talar del bosque del pirilampo.
- Pero...Querido amigo...no es lo mismo. No es lo mismo viajar sobre el mar, que dentro de él.
Martín Pincanpore hizo un silencio. Miró hacia los extremos de la bahía y se dejó adormecer por el sonido de las mareas. Soñó con Lume y sus barquitas de colores, sonrió con ternura cuando los altos pinos talados labraban el camino del agua. Al despertar, lo hizo con el deseo de atrapar una ola.
- ¡Quiero tener una ola! - gritó incorporándose.
- Señor Pincanpore... ¿Se encuentra usted bien? - preguntó Nano, el muchachito de los correos, que sentado junto a él había sustituído al doctor Vizentzos Risos.
- ¡Nano! ¡Ayúdame! tengo que agarrar una ola, una ola llena de granos de arena. Vacia tu cartera, quizás la podámos hacer entrar ahí...
- ¿Una ola? ¿Y para qué quiere usted una ola? - preguntó Nano apretando su cartera, llena de cartas por entregar, contra el pecho.
- Para que deje de ser marea...
- Pero si una ola deja de ser marea...ya no será una ola, será...¡Agua, simplemente agua!
Martín Pincanpore bajó los brazos, cargados de tristeza. Miró de nuevo hacia el horizonte, allá lejos donde las olas nacen, y hundió los dedos de los pies entre los granos revoltosos de arena.
- Mi mamá dice que cuando queremos poseer una cosa que nunca llegará a pertenecernos lo único que podemos hacer es nombrarla, aunque yo no sé muy bien lo que eso significa. - dijo Nano, antes de alejarse para continuar con su trabajo de muchachito de los correos.
- Darle un nombre... un nombre...- pensó Martín, mientras se rascaba la oreja.


...



Un nombre... ¿Quién quiere ayudar a Martín Pincanpore? es un juego... ¿Por qué no? ¿O acaso crecer significa dejar de jugar, o soñar...?

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este hombre soñaba con poseer una "Marola cariñosa" única cresta de agua capaz de dormirse sobre su regazo.

Una refinada historia. Me gusta como se conforman los personajes en el dialogo. Enhorabuena.

13:14  
Anonymous Anónimo said...

Me gusta mucho tu Martín Picanpore, siempre con sus dudas y su ingenuidad. En cuanto a lo del nombre... hummm, creo que esto hay que pensarlo más, tal vez tenga que releer el principito ;-)

06:57  
Anonymous Anónimo said...

No deberíamos dejar de jugar nunca en la vida para conservar el espíritu más puro. Habría que ponerle un nombre sí; como bien lo dices en el texto (pienso igual), con aquello que no podremos obtener lo único que podemos hacer es nombrarlo. Es un modo particular de llevarlo dentro nuestro. En realidad, una ola no deja de ser agua. No perdería su nombre.
Un beso.

02:23  
Anonymous Anónimo said...

Ojalá que en su memoria todavían jueguen los columpios.
Saludos

19:52  
Anonymous Anónimo said...

Una bonita historia, muy bonita.

En cuanto al nombre, ya tiene uno desde antes de los tiempos, desde antes de ser objeto de deseo de nadie. Amar algo es llamarlo por su nombre, sin transformarlo.

Un beso

07:09  
Blogger a man of no fortune said...

bonito texto, entonces ¿hay más cosas de Pincapore?
las buscaré, sí, dentro de la ola

12:09  

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