Un (des)cuento para no tan niños...

Peluso se miró al espejo de una gota de rocío, coqueto, porque uno nunca sabe en que rincón le espera una bella golondrina. Comió los restos de la noche anterior, que aún daba los últimos coletazos en el rayar del día y, mirando al horizonte, alzó el vuelo. Cuando extendía las alas y planeaba, dejándose arrastrar por la corriente, su cuerpo tomaba la forma de un corazón negro. Los animales aferrados a la tierra lo observaban con una mezcla de desdén y envidia: "mirad, allá va de nuevo el cabezota de Peluso".
Y Peluso no escuchaba sus voces, porque desde el cielo se dejaba embriagar por la belleza de la tierra lejana, de los ríos dibujándose entre los bosques aún vacíos; era su parte favorita del volar.
- Peluso, ¿qué haces tan temprano por aquí? - preguntó la tortuga Marcelina, que hacía años y años vivía junto al arroyo.
- Marcelina, ¿lo has visto? por favor, dime si ya lo has visto...
- Ah, el brote... - Sí, Peluso, nació ayer, allí junto a la esquina del primer almendro - contestó la vieja tortuga con una cierta tristeza agarrada a la voz.
- Entonces he llegado tarde... - pero sin perder el valor. - Debo continuar mi viaje...
- ¿Hacia dónde vas Peluso?
- Al Norte, siempre hacia el Norte... - contestó el joven y rebelde golondrino, extendiendo de nuevo sus alas y perdiéndose entre la segunda nube a la derecha.
(cont.)
1 Comments:
Peluso, el golondrino idealista
:-)
espero la continuación de su aventura...
Besos!
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